Sea minusculista, no ponga comas cuando respire y algunos consejitos más


Por Alberto Gómez Font


Uno de los mejores consejos ortográficos que me han dado fue el siguiente: «Ante la duda, minúscula». Y lo mejor de todo fue la explicación: «Si al comenzar a escribir una palabra te surge la duda entre escribirla con mayúscula o con minúscula inicial, lo mejor será optar por la minúscula, pues así es muy probable que aciertes, ya que hay un 95% de probabilidades a tu favor». También recuerdo con cariño una frase que le oí pronunciar al lingüista Fernando Lázaro Carreter: «El minusculismo es más higiénico que el mayusculismo».

     Y así lo hago: cuando dudo pongo minúscula; pero en ocasiones la duda persiste, y es que hay tantos casos especiales en ese terreno que pueden darse situaciones en las que haya puntos de vista diferentes. Precisamente por eso acaba de publicarse un libro dedicado por entero a aclarar el asunto: el Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas, de José Martínez de Sousa. 

     Esas dudas son también las causantes de que en todos los manuales o libros de estilo -la mayoría son de medios de comunicación- se dedique un capítulo más o menos extenso a explicar el uso de las mayúsculas, capítulo que también debería ocupar un espacio importante en el de las normas de redacción de las empresas.

      Es habitual que -sobre todo en los documentos administrativos- aparezcan mayúsculas por todas partes, muchas, por todos los rincones, hasta tal punto que uno puede imaginarse que sobre las mesas de trabajo de quienes redactan esos escritos hay una cajita con mayúsculas, junto a la de los clips, y de allí las toman para adornar los textos como las bolas de colores en el árbol de Navidad.

     Y hay algunas que se incrustan y son harto difíciles de erradicar: aparecen escritas con mayúscula inicial las palabras que denominan cargos relacionados con la abogacía: Notario, Procurador, Juez, Magistrado, etc.; las relacionadas con la administración: Director General, Subsecretario, Ministro, Gobernador, Presidente, etc.; las que tienen que ver con la legislación: Ley, Orden, Estatutos, Reglamento, etc.

     Hay algo que debe quedar claro: en español solo se escriben con mayúscula los nombres propios, y ninguna de las palabras antes mencionadas son nombres propios, sino comunes, como también lo son príncipe, rey y papa.

     No se trata de un asunto menor, pues la pulcritud de los documentos depende sobre todo de la buena ortografía.

      Pero no es este el único problema gráfico de los textos que se redactan en el mundo empresarial; hay otro, tan llamativo o más que el anterior, que es el uso a troche y moche de las comas. Se ponen comas por doquier, como si además de la cajita de las mayúsculas, hubiera también sobre las mesas de todos los despachos otra cajita con comas, de tal forma que quienes redactan los documentos puedan cogerlas con los dedos índice y pulgar y dejarlas caer, cual si de sal o pimienta se tratase, sobre las hojas escritas, para después quitar únicamente las que hayan caído en los márgenes.

     Algún día alguien tuvo la esperpéntica idea de decir que había que poner una coma cada vez que al leer un texto en voz alta se hiciera una pausa para respirar, lo malo del asunto es que esa persona tuvo mucho éxito y logró convencer a miles y millones de hispanohablantes mediante, supongo, una sofisticada campaña de mercadotecnia, hasta el punto de que hoy en día son legión los que están convencidos de que es correcto poner comas con cada movimiento de inspiración de aire.


4 comentarios:

  1. Que buen artículo, me ayudó a disipar muchas dudas. Gracias

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    1. Gracias por comentar. Nos alegra mucho que haya sido de utilidad. Saludos.

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  2. Excelente! Gracias por compartirlo.

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